Las cadenas de valor de productos animales deben buscar su sostenibilidad ambiental. Es una exigencia social y una obligación gremial. Como ocurre en otros temas, si los participantes de las cadenas no dirigen e impulsan los cambios necesarios, será la sociedad quien de alguna manera los imponga.

El problema

La ganadería se desarrolló cuando parecía haber abundancia de recursos naturales y teníamos pocas regulaciones y límites; respondía más que nada a las leyes del mercado. Sin embargo, esas circunstancias ya no existen. Ahora se señala la pesada huella de la producción ganadera en los recursos naturales (agua, suelo y vegetación), sus daños a la biodiversidad, su participación en el cambio climático y en la disponibilidad de alimentos para la humanidad.

Algunas culpas de la ganadería son innegables, como la devastación que se ha hecho de grandes porciones de selvas y bosques para destinar la tierra a uso ganadero.

Otros señalamientos de efectos indeseables de la ganadería, en cambio, son ciertos, pero su medida es aún controversial. Es el caso de la contribución de la ganadería a las emisiones de “Gases de Efecto Invernadero” (GEI), que provocan el cambio climático. En el Cuadro 1 se presentan algunos estudios publicados y sus datos.

Soluciones

La ganadería debe responder por sus actos, pasados, actuales y futuros. Para ello debe evaluar detalladamente su impacto ambiental e informar todo ello a la sociedad, de manera sistemática y confiable, para confrontar otros mensajes, no muy veraces, pero llamativos, que vociferan algunos activistas.
Impacto unitario

El efecto ambiental que produce cada unidad de producto animal puede reducirse. La vía más clara es el aumento en la productividad de los animales. Producir lo mismo con menos animales y con menos insumos, reduce la huella ambiental. Los sistemas modernos han logrado avances notables en ese sentido, en prácticamente todos sus indicadores de rendimiento y eficiencia.

Una excepción es que ahora hay un mayor uso de energía en el control del microclima de instalaciones y la automatización de equipos, aunque ese es uno de los rubros de menor impacto, además de que las fuentes energéticas alternas ayudarán a mitigar su daño.

Volumen

El otro factor de incidencia ambiental de la ganadería es el volumen o tamaño de la producción animal.
El crecimiento demográfico significa una mayor demanda de productos animales. Actualmente, hay 7,500 millones de personas en el mundo y, para 2050, habrá 2,200 millones más. Si se mantiene el consumo de productos animales por persona, se requerirá un crecimiento de 25 por ciento de la producción animal, o más aún si se desea que aumente el consumo por persona.

Actualmente, sin embargo, la producción y el consumo de carnes y otros productos animales tienen también una función estética (tradicional, gastronómica), arraigada de manera diferente en cada cultura del mundo.

Por otra parte, un aspecto que debe limitar el consumo de productos animales son las necesidades de nutrientes y las recomendaciones sanitarias para la prevención de enfermedades metabólicas. La propensión a sobrepeso, dislipidemias o hiperuricemia, por ejemplo, deben señalar límites culturales al consumo de lácteos o carnes rojas.

En promedio, cada persona ingiere 2,869 Kilocalorías y 80.4 gramos de proteína (FAOSTAT, Hojas de Balance Alimentario, 2011). El 16 % de la energía alimenticia y 33 % de la proteína, provienen de alimentos de origen animal. Aunque este es un dato global, parece indicar que la humanidad podría alimentarse bien con una menor cantidad de alimentos de origen pecuario, aunque deben contemplarse también las disparidades entre países en cuanto a su consumo.

fuente: www.ganaderia.com

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